lunes, 22 de junio de 2015

HISTORIA DE LA FIESTA BRAVA EN CHOTA

Juan Fernández Lorenzo "El Vizcaíno", fue el primer torero que vistió de luces por estos lares. Vivió en Chota formando familia y aquí murió a los 58 años, en el año 1935.

Autor: Carlos Alberto Vigil Vásquez/Obra: Entre Cuernos/Edición: Miguel Pardo.


La fiesta brava será siempre discutida por su propia naturaleza. Muchos la consideran un espectáculo bárbaro sin otro argumento que su hipócrita sensibilidad y el falso amor a la naturaleza, nosotros la consideramos un arte enraizado en nuestro acervo cultural por varios factores. Los extensos campos dedicados a la crianza del toro bravo, constituyen importantes reservas ecológicas que desaparecerán también si algún día desapareciera la fiesta brava. Y dejamos para la especulación lo que ocurriría en los aspectos tradicional, laboral, artesanal, turístico, etc. En suma, todo el movimiento cultural y económico que giran en torno al toro.

La herencia española explica el porqué de la afición de los chotanos a las corridas de toros, peleas de gallos, al caballo de fina estampa, que quedaron arraigadas hasta convertirse en algo propio de nuestra alma popular y de nuestra cultura. La presencia española en esta tierra se dio desde muy temprano, apenas repartido el rescate de Cajamarca y entregada la encomienda de toda esta región a un mozalbete favorito de Pizarro, Don Melchor Verdugo, en 1535 las oleadas de inmigrantes llegaron luego que estas tierras fueron pacificadas tras la guerra entre conquistadores, muchos aventureros llegaron en busca de prosperidad, arrebatando tierras a los naturales, explotando cuanto recurso hallaron, implantado sus costumbres y un nuevo mundo de vida. Fue necesaria la autoridad real, a través de los llamados visitadores, para poner coto a los muchos abusos que no pararían ni siquiera con la independencia, muy entrada la república.

Desde los primeros años de la conquista la fiesta brava se afincó en la ciudad de los Reyes y, desde allí, a las distintas ciudades recién fundadas de territorio conquistado. Lo que Ricardo Palma narra acerca de la afición de Francisco Pizarro a los toros que era ya una costumbre apenas iniciada la colonización. 

No existen datos sobre la fiesta brava en Chota durante la colonia, tampoco durante la vida independiente, pero si la existencia de ganaderías cercanas es otro buen indicador de lo grande que era la afición en esta tierra. Los viejos chotanos recordaran los nombres Churucancha, Quilcate, Coimolache, Yaquil, Chetilla, Chala, Chancay, Santa Clara, Lascan etc., lugares de donde se traían las reses bravas para los festejos taurinos, eran reses cuneras, traídas en manada por los caminos de herradura. Esto se hizo hasta hace poco, antes de ser construida la plaza El Vizcaíno. Eran tiempos en los que hasta la plaza de armas sirvió para los encierros. 

Antes del año 1900 no ha quedado registro alguno sobre aficionados y corridas de toros en Chota, suponemos que las corridas debieron jugarse a caballo practicando suertes más propias del rejoneo, pues el toreo a pie recién estaba naciendo. Es posible que los campesinos también participaran dado su afición. Lo describe Pancho Fierro en sus acuarelas a la participación de cholos y negros en Acho, practicando suerte circense, algunas muy crueles y nada artísticas. 

Del año 1901 ha quedado una fotografía de un encierro en la plaza de armas de Chota con ocasión de celebrar el primero de enero, la llamada corrida del centenario. Se aprecia el entusiasmo y prima el elemento campesino. No había necesidad de construir palcos; bastaba colocar algunas barreras para seguridad del campesinado. Los citadinos se ubicaban en los largos balcones de las casas circundantes. 

Solo en las primeras décadas del siglo XX se tiene nombres como Ruperto y Lázaro Llamoctanta, apodados Los Llaucanitos, que con poncho a guisa de capote arrancaron pases a los bravos toros y aplausos al respetable durante muchos años. Por esta época se hace famoso el nombre de un campesino chotano admirado por su valentía y habilidad para lidiar toros: Don Celestino Cieza.

Juan Fernández Lorenzo llego a Chota de 25 años en la segunda década del siglo XX, natural de Carbajal de Alva, Zamora, España; pero se hizo llamar con el gentilicio de El Vizcaíno porque fue en Vizcaya donde se hizo torero. Fue el primer torero que vistió de luces por estos lares. Vivió en Chota formando familia y aquí murió a los 58 años, en el año 1935 de neumonía. Durante muchos años deleito a la afición lugareña. El Vizcaíno tuvo como compañero a Salcedo y, después de la muerte de este, a Celestino Cieza. En una oportunidad, no tenían con quien hacer el paseíllo ni el mano a mano, Vizcaíno convenció a Celestino para que vistiera de luces y así toreo en la plaza de Cutervo, aunque sin zapatillas. Por aquel tiempo también llegaron otros toreros como los llamados “Trueno” y “Chaplin”, lamentablemente sus nombres se han perdido en el olvido.

En 1953 a mediados de siglo el programa de fiestas en honor a San Juan Bautista anuncio por primera vez la lidia de un toro de casta de Salamanca, obsequiado por los vecinos del Jirón Cajamarca para ser estoqueado por los diestros Salomón Vargas y Adolfo Rojas “El Nene”.

En 1977 la afición exigió la presentación de matadores internacionales, como los diestros españoles Alfonso Galán y Gabriel de las Casas. Fue el punto de partida para que en adelante, recibir la presencia de renombradas figuras españolas, mexicanas, venezolanas y colombianas hasta la actualidad.