domingo, 12 de febrero de 2012

SPINOLA, FAENÓN DE RABO, Y PABLO, DOS OREJAS

"Príncipe", el 127 en la Historia de la México

Por: Luis Hernández
Fotos: Arturo Villanueva Moreno

Dice el título de una película: "...Y sólo quedaron los buenos". Y en efecto, tras el triunfo de dos orejas cortadas por Pablo Hermoso de Mendoza y la lluvia desatada a partir del sexto toro, en los tendidos únicamente permanecieron los aficionados sensibles, de exquisitos paladares; y como premio, Fermín Spínola les ha entregado un faenón de orejas y rabo. El número 127 en la historia de la plaza México, a un bravo y emotivo toro de regalo de la ganadería de Los Encinos, en pleno delirio de unos quince mil taurinos...


José Mauricio concretó el cartel de la décimosexta corrida de Gran Temporada.

Ciertamente, el poder de convocatoria del rejoneador español tuvo un tirón de cerca de 22 mil espectadores. Y Pablo les correspondió en grande con la sapiencia de medir el motor de los toros, encontrando solución inmediata para la adecuada selección de caballos, acorde con el desarrollo de cada faena. Fue así, como con un rejón de castigo pasó al cuarto de la tarde de Los Encinos, y paulatinamente lo fue llevando hacia arriba en banderillas sobre pitón contrario a lomos de Chenel, pero explotó el ánimo en Piruetas, esos giros de 360 grados sobre las patas de Dalí; la tercera de ellas, ajustada y por los adentros.

Banderillas cortas en lo alto, un par a dos manos y el fulminante rejón en buen sitio para recibir las dos orejas.

Ante el abrepalza, faena corta frente al poco juego del de Los Encinos, destacando los Quiebros a monta de Van Gogh, y no obstante la rejonazos abajo, le ovacionaron por el manejo de cabalgaduras.

Los de La Soledad para los toreros de a pie traían pocos pases, deslucidos y había que pisarles el terreno para la construcción de faena.

José Mauricio tuvo destellos: Rebolera ondeante, ajustado quite por Gaoneras y arrancando muletazos de uno en uno construyó la primera faena, probando por ambos lados. El desencanto vino al fallar con la espada, diluyéndose el premio en salida al tercio.
Algo similar sucedió en el sexto de lidia ordinaria, poniéndole sello al toreo por bajo, y en redondo sobre mano derecha. Escalofriantes Manoletinas y de nueva cuenta no entró el acero a la primera. Tres viajes y a escuchar palmas.

A base de sobar, pacientemente Spínola hizo ver bueno en la parte final de la faena al de La Soledad, exprimiéndolo hasta el último muletazo en Ayudados por alto y una Dosantina metido en tablas; espadazos y descabellos hasta sonar un aviso.

Frente al otro de La Soledad, lució al quitar por Fregolinas. Jorge Mirafuentes cayó en la cara del toro tras un par de banderillas, salvado por Fermín al cortarle hábilmente el viaje. Y pese a que se le coló feamente desde el primer muletazo, estuvo insistente en sacarle faena. Pinchazo y entera para ovación. Y sin renunciar al triunfo anunció el regalo.
¡Oh qué toro! De mucha plaza: cárdeno claro y bien puesto de pitones, herrado a fuego con el número 75, y en honor a José José se llamó "Príncipe", con 505 de romana. Y desde el capote apuntó a extraordinario al recibirlo Spínola con cadenciosos Lances y remate, caminándole, con la Rebolera. Por rítmicas Andantes se lo llevó al caballo, para quitar por armónicas Chicuelinas antiguas, aprovechando la bravura y recorrido.

Aquello estaba en grande, pues ya se habían ido los satisfechos con el toreo a caballo, lo que redundó en dejar de llover, y ante cemento seco, la plaza entró en un especial y vibrante eco, y más cuando hay bravura, emotividad y trasmisión del toro criado por Eduardo Martínez Urquidi.

Si ya en el primer capítulo Fermín había ofrecido un recital en suertes de capa, pues ahora vendría el concierto de muleta ante la calidad de embestida, incesante para el toreo en redondo. Afarolado, Fedayina y Cambios de mano fueron intercalados tras ejecuciones en círculo; ahora que en cuanto ligó las tandas al Natural, explotó el ambiente en un desconocido y hasta ahora grito de ¡Toro, Toro! al valorar el tinte artístico de planeación.

Pero la locura entró a la plaza al instrumentar pases en Redondo con la mano izquierda, hasta dos, pulcros y extasiados por el mando impuesto, lo que decretó un nuevo grito ¡Torero, Torero! Vitolina, Dosantina y más Cambios de mano, dejaban en claro una demanda de indulto para el gran toro.

Y frente a la ensordecedora petición, Spínola hizo oidos sordos y se fue por derecho, sin dejar espacio en la obra, para fulminar de estoconazo al que fue premiado con Arrastre lento, mientras al matador le entregaban los máximos premios.

Final feliz de fiesta, por eso es grandiosa, conmueve, emociona y libera sensibilidades; Pablo y Fermín salieron a hombros, apuntando los flashes hacia el ganadero de Los Encinos, criador de los dos toros triunfales, para buenos aficionados.